Recientemente leía un artículo de Pieter Rossouw sobre: ¿el final del modelo
médico?. Hallazgos recientes en la neurociencia en relación a la medicación
antidepresiva y las implicaciones para la neuropsicoterapia.
El análisis que se realiza en el artículo, minimiza los efectos positivos de los antidepresivos en el tratamiento de la depresión, asunto que si bien apretando los datos derivados de los meta análisis que incluye el trabajo, puede resultar cierto, no lo es cuando uno tiene la experiencia clínica de depresiones mayores graves, con sintomatología melancólica y síntomas psicóticos asociados, en el que la única forma de poder realizar un abordaje terapéutico es, con la utilización adecuada de los diversos medicamentos eficaces en trastornos tan graves como el que describo.
Pero en el artículo que menciono, el autor plantea que el
modelo médico, que apoya las investigaciones y los tratamientos psicofarmacológicos,
está sustentado en una visión del funcionamiento cerebral centrada en los neurotransmisores:
un cerebro sustentado en la clínica. Por otro lado plantea el autor, que otra
forma de ver el funcionamiento del cerebro: un modelo basado en la transmisión
eléctrica de los impulsos entre neuronas, en las redes neurales que sustentan
la transmisión de información. Hoy sabemos de la posibilidad de modificar esta
arquitectura funcional de la conexión entre neuronas, a través de
intervenciones psicoterapéuticas. Sabemos que esto es cierto porque hay
suficiente investigación científica que lo apoya y el autor fundamenta sus
argumentos en alguno de estos soportes bibliográficos.
Lo que se plantea en el artículo de forma resumida, es que
los psicofármacos pueden modificar el funcionamiento químico del cerebro, pero
no facilitan el establecimiento de nuevas conexiones más adaptativas de las
redes neurales, mientras que la psicoterapia sí que lo realiza. Por lo que,
priorizar las intervenciones psicoterapéuticas, sustentadas en concepciones
inspiradas en la neurobiología interpersonal para producir cambios duraderos en
la salud mental de los individuos, es lo mas indicado.
Si bien este planteamiento es cierto, también lo es que hay
enfermedades mentales muy graves en las que se deben utilizar psicofármacos.
Curiosamente, lo que se echa en falta en el artículo, es que no mencione la
posibilidad de integrar de manera simultánea y - o secuencial ambos
tratamientos: psicofármacos y psicoterapia. Esta práctica clínica de
combinación terapéutica, es una de las más habituales y para la que cada vez
que tenemos también una mayor contrastación empírica de su pertinencia y
eficacia. No se trata de elegir un tratamiento u otro, se trata de saber cuándo
un tratamiento funciona en un momento determinado del trastorno mental y cuando
es necesario utilizar otro tratamiento en otro momento. La secuencia de
utilizar primero psicofármacos para aliviar la elevada presión de sufrimiento
del paciente y a continuación utilizar tratamientos de psicoterapia, es una de
las prácticas terapéuticas más frecuentes y resolutivas en la clínica
cotidiana.
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